domingo, 27 de diciembre de 2009

ESTACIÓN

No pasar. No pasar. No pasar. Una y otra vez su mente repetía esas dos palabras mientras miraba el cartel fijamente. Necesitaba algo de adrenalina, algo que la reviviera, que la hiciera respirar de nuevo o por el contrario que la asfixiase para siempre.
Eran las 12 y la estación estaba vacía así que aprovechó la ocasión y bajó la escalerilla hasta la vía. Próximo tren: 4 minutos. Comenzó a andar sobre la vía ; pero no contenta con el resultado se encendió un pitillo y se sentó.
Pensó en escribir una nota de despedida. Buscó algo de inspiración, pero las musas ni siquiera la ayudaron en ese momento. Simplemente se limitó a escribir su nombre y su teléfono en un papel, no por otro motivo que el miedo a como quedaría su cadáver tras el incidente. Próximo tren: 2 minutos.
Se quitó las bailarinas y comenzó a andar de nuevo. De puntillas sobre el acero de la vía parecía una gimnasta rusa acabando su número sobre la barra. Podía sentir la vibración, imaginaba aquellos pequeños átomos de acero alterados , igual que ella, porque se aproximaba el tren. Imaginó algo cómico para su muerte, ahora sí sacó a la escritora que llevaba dentro e imaginó el suicidio de su personaje principal. Cogió su pintalabios y se pintó dos lineas sobre sus pómulos, como si fuese una india; después apoyó su cabeza sobre las vías, como si estuviese en el lejano oeste intentando averiguar a que distancia estaba el tren. Sería perfecto, no habría forma de arrepentirse. Tren efectuando su entrada en la estación.

No fue capaz; no tenía fuerza ni para morir.

Pero ya era demasiado tarde, el tren entraba en la estación. Iba disminuyendo su velocidad por lo que le dio tiempo, al menos, a refugiarse en un pequeño hueco que había bajo el andén. Contenía la respiración y apretaba los ojos. Pensó en rezar pero la verdad es que ella nunca había creído en nada ni en nadie, por lo que simplemente se mantuvo quieta sintiendo como su corazón le golpeaba el pecho. El tren se paró completamente y se abrieron las puertas. Ella permanecía inmóvil. Nadie bajó ni al tren; sólo unos segundos después el tren abandonó la estación. Ciertamente ella no sabía en que situación se encontraba ¿había muerto?¿la muerte era algo tan indoloro y rápido que ni siquiera te dabas cuenta?. Salió del pequeño hueco de nuevo a las vías. Sabía que no había muerto pero miró su escondite esperando ver su frágil cuerpo mutilado. Seguía viva...

domingo, 13 de diciembre de 2009

ESCRITORA


El vómito de palabras le sobrevino de nuevo.
-Te quiero.
Una tímida lágrima recorrió su mejilla. Ella con el puño de su chaqueta la secó, con la tristeza de esperar que él lo hubiese hecho, con la tristeza de esperar un gesto que nunca llegó.
Esperó tres segundos. El tiempo justo, un pequeño instante de cortesía para dejar hablar a su interlocutor y después se marchó. Mucho tiempo después siguió preguntándose cómo tuvo fuerzas para abrir la puerta del coche, pero lo hizo. Intentó guardar la compostura, como debía ser en una mujer de carácter, pero no lo soportó. Los primeros pasos fueron firmes, dignos; pero después se convirtieron en rápidos pasos tímidos, hasta que terminó por correr.
Esperó hasta oír arrancar el coche para entrar en casa. Todavía conservaba la esperanza de que él se arrepintiera, corriera hasta su puerta y justo antes de que ella entrara en casa el pronunciase su nombre, la agarrase por la cintura y la besase, como si de una película de los años treinta se tratara. Pero ni ella era una joven desprotegida ni él era un galán de cine.
Como siempre hacía se quitó las botas y colgó las llaves. Procurando no hacer ruido se preparó un café y se quitó el maquillaje. Intentó dormir pero no pudo. Una descontrolada pasión le recorría todo el cuerpo. Necesitaba escribir. Utilizaría su vómito de palabras en algo de provecho. Se recogió el pelo con un lápiz, como a ella le gustaba (le hacía sentir más escritora) y encendió el ordenador.
Después de revisar dos veces su correo abrió un nuevo documento y comenzó a escribir. Los sentimientos le salían del corazón a presión, cada emoción que aplicaba a uno de sus personajes rugía en su interior, concentrando en ella toda la fiereza del mundo. Asesinó, malogró e hizo desaparecer a muchos de ellos, reflejaba en la trama toda su amargura. Era una buena escritora, tenía calidad y ponía empeño; pero apenas había publicado, como ella decía había nacido sin estrella.