domingo, 13 de diciembre de 2009

ESCRITORA


El vómito de palabras le sobrevino de nuevo.
-Te quiero.
Una tímida lágrima recorrió su mejilla. Ella con el puño de su chaqueta la secó, con la tristeza de esperar que él lo hubiese hecho, con la tristeza de esperar un gesto que nunca llegó.
Esperó tres segundos. El tiempo justo, un pequeño instante de cortesía para dejar hablar a su interlocutor y después se marchó. Mucho tiempo después siguió preguntándose cómo tuvo fuerzas para abrir la puerta del coche, pero lo hizo. Intentó guardar la compostura, como debía ser en una mujer de carácter, pero no lo soportó. Los primeros pasos fueron firmes, dignos; pero después se convirtieron en rápidos pasos tímidos, hasta que terminó por correr.
Esperó hasta oír arrancar el coche para entrar en casa. Todavía conservaba la esperanza de que él se arrepintiera, corriera hasta su puerta y justo antes de que ella entrara en casa el pronunciase su nombre, la agarrase por la cintura y la besase, como si de una película de los años treinta se tratara. Pero ni ella era una joven desprotegida ni él era un galán de cine.
Como siempre hacía se quitó las botas y colgó las llaves. Procurando no hacer ruido se preparó un café y se quitó el maquillaje. Intentó dormir pero no pudo. Una descontrolada pasión le recorría todo el cuerpo. Necesitaba escribir. Utilizaría su vómito de palabras en algo de provecho. Se recogió el pelo con un lápiz, como a ella le gustaba (le hacía sentir más escritora) y encendió el ordenador.
Después de revisar dos veces su correo abrió un nuevo documento y comenzó a escribir. Los sentimientos le salían del corazón a presión, cada emoción que aplicaba a uno de sus personajes rugía en su interior, concentrando en ella toda la fiereza del mundo. Asesinó, malogró e hizo desaparecer a muchos de ellos, reflejaba en la trama toda su amargura. Era una buena escritora, tenía calidad y ponía empeño; pero apenas había publicado, como ella decía había nacido sin estrella.

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